Ya se terminó la causa
que ocultaba este proceso
ya me estoy haciendo viejo
me voy a morir sin pausa.

Acomódense si quieren
que está punto de empezar
algo que va a terminar
si así lo quieren ustedes.

Cuenta la sabiduría popular que todo hombre debe alcanzar tres metas: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro.
Sirva este rincón, como homenaje a la memoria del que alcanzó la segunda de las suyas conmigo.
Durante años he guardado sus cuadernos, sus escritos y sus anotaciones. Si él hubiese conocido Internet habría sido blogger, estoy convencido. Le apasionaba escribir y leer. Y desde bien temprano, consciente del poco tiempo que le quedaba, se dejó el alma en inculcarme esos hábitos tan sanos. Como resultado, con cinco años era capaz de leer y escribir con bastante corrección.

Se marchó sin que yo fuera capaz de mostrarle el éxito de su tenacidad. Aquellas tardes después del colegio, con tan solo 6 años, en las que me sentaba a su lado a escuchar sus historias y a tratar de transcribirlas, con poco éxito, en aquella vieja Olivetti Studio verde. Quizá de ahí haya surgido mi afición por aporrear teclados. El ya había perdido la vista y la movilidad de la parte izquierda del cuerpo, así que ahí estaba yo, sin preguntarme porqué, ejerciendo de disco duro para almacenar toda la información que fuera posible.

Y así transcurrió mi infancia, hasta que finalizó de golpe a los 11 años. No se cansó de luchar. El siempre supo que la vida tiene siempre el mismo final para todos, así que no le debió sorprender la visita de la parca. Sabía que había dado todo lo que tenía, que sus objetivos estaban cumplidos. Así que se dejó acompañar por la que estoy seguro, que en vida fue, su más leal compañera y la estrechó con lazo fuerte. No en vano, siempre estuvo orgulloso de ser un novio de la muerte.